domingo, 16 de mayo de 2010

A quién se parecerá mi bebé?



Durante el embarazo, es muy común imaginarse su carita con unos ojos parecidos a los de papá o con los labios de mamá. Pero, lo cierto es que debido a las múltiples combinaciones de ADN que pueden tener lugar en el momento de la fecundación, el azar puede jugar a su antojo. A modo de ejemplo, una sola pareja podría tener unos 70 billones de bebés diferentes. Y es que cada célula de un ser humano posee 80.000 genes distintos, de los cuales la mitad han sido aportados por la madre y la otra mitad por el padre. No obstante, gracias a las últimas investigaciones realizadas en el campo de la genética podemos saber algo más sobre el funcionamiento de sus leyes y éstas pueden darnos alguna pista.

Cada persona recibe un 50 por ciento del patrimonio genético de cada uno de sus padres y éste a su vez procede en un 25 por ciento de cada uno de sus abuelos. Dentro del patrimonio genético de cada individuo, hay una parte que se manifiesta y otra que no es visible, pero que puede transmitirse a generaciones posteriores.
Y es que los genes son diminutos segmentos de ADN que contienen información inherente al ser humano y forman los cromosomas. Cada cromosoma está compuesto por una larga molécula de ADN que encierra su información genética respecto de un aspecto de cada persona, es decir, cada detalle del cuerpo, por insignificante que sea, está condicionado por unos genes determinados. No en vano, se calcula que existen entre 70.000 y 150.000 genes diferentes repartidos entre los 46 cromosomas humanos. La totalidad de los genes que poseemos recibe el nombre de genotipo. Una parte de ellos se manifiestan externamente dando lugar a nuestro fenotipo, y otros no se harán visibles nunca, pero sí se podrán transmitir a generaciones posteriores. Esto explica por qué las leyes de la genética son muy amplias y sus resultados imprevisibles.

El azar de la fecundación
El conjunto de todos esos genes conforma nuestro patrimonio hereditario, nuestro mapa genético, de modo que el color de su piel, la forma de sus manos, su inteligencia, temperamento e incluso la tendencia a desarrollar ciertas enfermedades, es el primer regalo que los padres podemos ofrecer a nuestros hijos y es fruto de la historia evolutiva de las generaciones que lo precedieron. Cuando el óvulo toma contacto con el espermatozoide para formar un nuevo ser, entran en juego miles de genes. El número de combinaciones que puede darse es infinito e irrepetible. Y esto es precisamente lo que nos hace únicos y distintos incluso de nuestros propios hermanos, aunque tengamos con ellos características en común. Sólo los gemelos univitelinos, que son los engendrados con un sólo óvulo que más tarde se divide, tienen un patrimonio genético idéntico y son tan iguales como dos gotas de agua

2 comentarios:

Anónimo dijo...

yo kiero k mi bebe tenga mis ojos mi cabello y mis pompis y de su papi la sonrrisa sus dientes y sus manos kiero k tengha mi caracter

Anónimo dijo...

MEJOR DESEA QUE TENGA SALUD...

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